Venus y Adonis
Estaba atrapado en el interior de un tronco de un árbol de mirra. No necesitaba el vientre materno para crecer. La sabia del árbol me alimentaba. Mis miembros se alargaban y mis órganos se formaban debidamente; Pronto sería lo suficientemente fuerte para respirar y comer por mi mismo.
El árbol sintió que había llegado el momento, estaba listo para crecer. Se arqueó como si lo hubiese sacudido una violenta tormenta. La corteza se rompió y del tronco salió abundante resina. Todas las ramas se inclinaron hacia el mismo lado a la vez, el tronco cedió y se abrió lo suficiente para que yo pudiese salir.
Allí había una ninfa para ayudarme, me sacó y me apretó contra su pecho para darme calor; y me dio la bienvenida al mundo.
La ninfa cogió unas cuántas gotas de mirra y me perfumó con ellas. Cuando la ninfa regresó conmigo al lugar donde estaban sus compañeras, y les contó todo lo que sabia sobre mi.
Mi madre era una princesa que se llamaba Mirra, era hija del rey Cíniras. No veneraba a Venus no sabían porqué, pero era la única de la región que no participaba en las procesiones organizadas en su honor, la única que no rogaba a la diosa por su corazón. Comentaron que a Venus eso no le gustó e hizo nacer un sentimiento prohibido en el corazón de Mirra, el fuego de la pasión la torturaba. Mirra había dejado de dormir, de comer, no pensaba más que en su padre; quería ser su amante. Para deshacerse de ese deseo incluso intentó quitarse la vida, pero su nodriza lo descubrió y lo impidió. De echo consiguió que tuviese encuentros con Cíniras durante 8 meses pero sin que él se diese cuenta hasta que lo descubrió a la novena noche. Él estaba furioso y avergonzado e intentó matarla, ella consiguió escapar y erraba por el bosque desgreñada, sucia y empañada de sudor cuando una de las ninfas la vio. La ninfa se dirigió a saludarla, pero entonces Mirra se puso a gritar ''¡Me doy asco a mi misma! Dioses, no permitáis que ofenda viva a los muertos. Convertidme en un ser de otro reino.''
Pasaba el tiempo y las ninfas seguían ocupándose de mi con ternura. Me qurian como un hijo. Yo crecía... Y me convertí en un hombre muy apuesto, tan apuesto que un día Venus en compañía de Cupido mientras paseaban por el cielo me vio refrescándome bajo una cascada. Su hijo cupido sin darse cuenta le había pinchado con uno de los dardos. La diosa al momento empezó a sentir como el corazón se le aceleraba, que l temblaban las manos y que su cuerpo ardía de deseo por mi.
Venus descendió majestuosamente cerca de mi, yo corrí a su encuentro y me postré delante de ella. Me dijo que me levantara. Venus estaba maravillada. Me dijo que fuese con ella a dar un paseo y yo accedí.
Venus no se alejaba de mi nunca, desde que me despertaba estaba ahí conmigo, me seguía a todas partes y cedía a todos mis caprichos. Me amaba tanto que había perdido el juicio. Me contó la historia de Hipómenes, y me hizo jurar que no cazaría nunca si no estuviera ella, pero yo no juré nada. El sol estaba bajando así que Venus se despidió de mi, y yo volví al lugar de siempre donde se encontraba el árbol del que había nacido. Me puse a dar antes de dormir, me gustaba dar paseos. Oí un gruñido, era un macho jabalí monstruoso, permanecí inmóvil pero ya me había visto, se avalanzó sobre mi. Todo ocurrió muy deprisa, saqué una flecha y apunté al animal y antes de echar a correr le disparé, y eso hizo que el animal se enfureciese más. Yo grité, y su aullido desgarrador resonó tanto que llegó hasta el cielo.
Venus lo oyó y reconoció la voz de su amado. Vio mi cuerpo lleno de sangre y se arañó el rostro de dolor. De inmediato apareció a mi lado pero yo ya estaba muerto. Me llamó y me ordenó a gritos que me despertara, pero fue en vano. Las ninfas también acudieron allí al oir mi grito. Una de ellas se acercó y le dijo a Venus que llevasen mi cuerpo al lado del árbol de mirra. Venus no accedió y veló mi cuerpo hasta el alba. Las ninfas esperaron a que ella se alejara y cuando por fin lo hizo vinieron a darme el ultimo homenaje, pero mi cuerpo ya no estaba, había brotado de el una anémona roja. Venus me había convertido en un tipo nuevo de flor.
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