jueves, 19 de junio de 2014

Venus y Adonis

                                                           Venus y Adonis




  Estaba atrapado en el interior de un tronco de un árbol de mirra. No necesitaba el vientre materno para crecer. La sabia del árbol me alimentaba. Mis miembros se alargaban y mis órganos se formaban debidamente; Pronto sería lo suficientemente fuerte para respirar y comer por mi mismo.
El árbol sintió que había llegado el momento, estaba listo para crecer. Se arqueó como si lo hubiese sacudido una violenta tormenta. La corteza se rompió y del tronco salió abundante resina. Todas las ramas se inclinaron hacia el mismo lado a la vez, el tronco cedió y se abrió lo suficiente para que yo pudiese salir.
Allí había una ninfa para ayudarme, me sacó y me apretó contra su pecho para darme calor; y me dio la bienvenida al mundo.
La ninfa cogió unas cuántas gotas de mirra y me perfumó con ellas. Cuando la ninfa regresó conmigo al lugar donde estaban sus compañeras, y les contó todo lo que sabia sobre mi.
Mi madre era una princesa que se llamaba Mirra, era hija del rey Cíniras. No veneraba a Venus no sabían porqué, pero era la única de la región que no participaba en  las procesiones organizadas en su honor, la única que no rogaba a la diosa por su corazón. Comentaron que a Venus eso no le gustó e hizo nacer un sentimiento prohibido en el corazón de Mirra, el fuego de la pasión la torturaba. Mirra había dejado de dormir, de comer, no pensaba más que en su padre; quería ser su amante. Para deshacerse de ese deseo incluso intentó quitarse la vida, pero su nodriza lo descubrió y lo impidió. De echo consiguió que tuviese encuentros con Cíniras durante 8 meses pero sin que él se diese cuenta hasta que lo descubrió a la novena noche. Él estaba furioso y avergonzado e intentó matarla, ella consiguió escapar y erraba por el bosque desgreñada, sucia y empañada de sudor cuando una de las ninfas la vio. La ninfa se dirigió a saludarla, pero entonces Mirra se puso a gritar ''¡Me doy asco a mi misma! Dioses, no permitáis que ofenda viva a los muertos. Convertidme en un ser de otro reino.''


Pasaba el tiempo y las ninfas seguían ocupándose de mi con ternura. Me qurian como un hijo. Yo crecía... Y me convertí en un hombre muy apuesto, tan apuesto que un día Venus en compañía de Cupido mientras paseaban por el cielo me vio refrescándome bajo una cascada. Su hijo cupido sin darse cuenta le había pinchado con uno de los dardos. La diosa al momento empezó a sentir como el corazón se le aceleraba, que l temblaban las manos y que su cuerpo ardía de deseo por mi.
Venus descendió majestuosamente cerca de mi, yo corrí a su encuentro y me postré delante de ella. Me dijo que me levantara. Venus estaba maravillada. Me dijo que fuese con ella a dar un paseo y yo accedí.


Venus no se alejaba de mi nunca, desde que me despertaba estaba ahí conmigo, me seguía a todas partes y cedía a todos mis caprichos. Me amaba tanto que había perdido el juicio. Me contó la historia de Hipómenes, y me hizo jurar que no cazaría nunca si no estuviera ella, pero yo no juré nada. El sol estaba bajando así que Venus se despidió de mi, y yo volví al lugar de siempre donde se encontraba el árbol del que había nacido. Me puse a dar antes de dormir, me gustaba dar paseos. Oí un gruñido, era un macho jabalí monstruoso, permanecí inmóvil pero ya me había visto, se avalanzó sobre mi. Todo ocurrió muy deprisa, saqué una flecha y apunté al animal y antes de echar a correr le disparé, y eso hizo que el animal se enfureciese más. Yo grité, y su aullido desgarrador resonó tanto que llegó hasta el cielo.
Venus lo oyó y reconoció la voz de su amado. Vio mi cuerpo lleno de sangre y se arañó el rostro de dolor. De inmediato apareció a mi lado pero yo ya estaba muerto. Me llamó y me ordenó a gritos que me despertara, pero fue en vano. Las ninfas también acudieron allí al oir mi grito. Una de ellas se acercó y le dijo a Venus que llevasen mi cuerpo al lado del árbol de mirra. Venus no accedió y veló mi cuerpo hasta el alba. Las ninfas esperaron a que ella se alejara y cuando por fin lo hizo vinieron a darme el ultimo homenaje, pero mi cuerpo ya no estaba, había brotado de el una anémona roja. Venus me había convertido en un tipo nuevo de flor.

miércoles, 11 de junio de 2014

Eco y Narciso

Andaba ya un buen rato buscando a Juno cuando la vi empapándose la cara en un estanque. Hace varios días que nos pasábamos horas y horas hablando como si fuéramos amigas de toda la vida. Lo cierto es que muchas veces ardía en deseos de contarle aunque todo era una trampa, maquinada por su esposo Júpiter, pero la atracción que sentía hacia él y su penetrante mirada hacía que siguiera adelante con el plan. 

Pensaba que todo marchaba bien, me sentía segura, puesto que la gente siempre me decía que era la reina de las cotorras y que nadie contaba historias como yo, pero esta vez fue diferente. Un día Juno vino muy furiosa al estanque donde quedábamos siempre y destapó mi traición. Le había estado entreteniendo mientras Júpiter se divertía con las ninfas. "A partir de ahora reducirás al máximo el uso de la voz" estas fueron las últimas palabras antes de marcharse y no paraban de resonar en mi cabeza. Mis cuerdas vocales  me ardían y la angustia aumentaba por momentos. Mi metamorfosis ya había comenzado. Había dejado mi cuerpo atrás para ser simplemente una presencia que deambulaba por el cielo, una presencia obligada a repetir la última palabra que los demás emitían. Sin embargo, seguía sintiéndome una persona puesto que sentía, pensaba e incluso amaba.

Desde ese momento pasaba los días y las noches en el bosque observando a cazadores, animales e incluso florecer las plantas. Lo cierto es que el tiempo pasaba y no tenía ilusión por nada, cada vez echaba de menos inventarme historias, entretener a la gente pero sobretodo hablar y decir lo que pensaba.

Nicolas Poussin (1627) Museo Nacional del Louvre
Estaba desanimada y contemplando el paisaje sin prestar mucha atención, hasta que apareció él, Narciso. Al mirarlo por primera vez me di cuenta de que era diferente a todos y sentía que cada día me iba enamorando más. Le seguía a todos lados y escuchaba y veía como rechazaba a todas. Supe que solo se quería a si mismo, pero estaba segura de que si todo fuera como antes lo enamoraría. Era muy difícil soportar tenerlo cerca y que no me viese. En cierta ocasión lo estuve buscando pero no encontraba. Triste, fui al estanque, que era el lugar donde mejor me sentía y entonces lo encontré flotando allí, ahogado. Al cabo de un tiempo, en aquel mismo lugar donde había descansado su cuerpo, había nacido una bonita flor.