miércoles, 27 de enero de 2010

Perseo

Yo Perseo, fuí traicionado junto a mi madre Dánae por mi abuelo Acrisio, rey de Argos, por culpa de una profecia del oráculo de Delfos.

Fuí arrojado al mar en una caja de madera junto a mi madre, estuvimos en alta mar hasta que por fin encayamos en las costas de Sérifos, en la que unos amables pescadores nos rescataron, nos ayudaron y nos alimentaron. Fueron pasando los años y yo crecía en fuerza y en valentia, al igual que mi madre lo hacía en belleza, pero eso me trajo problemas, ya que el mayor de los admiradores de mi madre era el rey Polidectes.
En el banquete de honor de la boda entre Polidectes y Hipodamia, todos los presentes debían hacer un regalo a los recién casados y como yo y mi madre no teniamos ningún objeto de valor ni dinero para comprarlos, yo que iba un poco indispuesto por el vino de aquella noche, como no tenia regalo, le dije que le traeria cualquier cosa del mundo aunque fuera la cabeza de la Gorgona, así que el Rey Polidectes dio su aprobación y yo que no queria ver a ese rey con mi bella madre me puse en camino para buscar a la Gorgona.

Los dioses me dieron diferentes armas y objetos para defenderme de la Gorgona llamada Medusa: Atenea me dió su escudo para no quedar petrificado al mirar a Medusa y Hermes me dió una hoz para arrancar la cabeza de un tajo rapido y eficaz.

Después me dijeron que debia buscar a las Grayas, seres que habían nacido viejas y que para las tres solo tenian un ojo y un diente. Cuando las encontré, una vigilaba mientras las demás dormían, así que me escondí detrás de una piedra y le hablé a la que estaba vigilando, pudiendo distraerla y despertar a las demás. Cuando quiseron verme y se pasaron el ojo, se lo robé, en una maniobra rápida. Con aquel extraño ojo en mis manos, las amenazé para que me dijeran dónde se encontraban las Ninfas del Norte, de lo contrario tiraria su ojo al mar, así que rápidamente me lo dijeron y me puse en camino hacia mi destino.

Cuando llegué a la región donde se encontraba Medusa, no me resultó difícil encontrar el camino de su guarida, ya que se encontraba lleno de animales y hombres petrificados. Entré en la cueva y con un tajo rápido de mi hoz le corté la cabeza y la metí dentro del zurrón mágico que llevaba. Al instante, cuando sus hermanas se percataron e intentaron reaccionar, yo me puse el casco de Hades y me fuí de allí.

Divisando desde el cielo que surcaba con las zapatillas voladoras de Hermes la tierra firme, distinguí una bella joven que, atada a un peñasco, desconsoladamente lloraba. Era Andrómeda. Me contó su desgarradora historia. Cuando me di cuenta, un monstruo marino salió del agua, luché contra él y lo vencí. Después, al ver que Andrómeda era tan bella, le pedí a sus padres que me dejaran casarme con su hija. Superados unos pequeños problemillas con el antiguo pretendiente de Andrómeda, Fineo, ante quien tuve que sacar la cabeza de la Medusa, me dispuse a regresar a Sérifos, y poner fin a la misión.

Llegué a la isla con la cabeza de la Gorgona en el zurron mágico y mi flamante esposa Andrómeda. Descubrí que los dos pescadores que me acogieron habían sido encarcelados y que mi madre se habia refugiado en el templo de Atenea. ¡Gracias, diosa, por tu ayuda!
En presencia de Polidectes, quien el muy arrogante no creía que hubiera sido capaz de traer la cabeza de Medusa, la mostré ante todos, con toda la fuerza y el orgullo que me salió de dentro en ese momento, y quedaron todos petrificados menos unos cuantos afortunados.

Sanos y salvos, felices y contentos, de regreso a Argos, decidimos ser acogidos como huéspedes en Tesalia, coincidiendo con las celebraciones fúnebres que allí se celebraban en honor del fallecimiento del padre del rey. Al ser invitado para participar en la prueba del lanzamiento de disco, me preparé para ello con todas mis fuerzas y batir una nueva marca, pero cual fué mi desgracia que mi lanzamiento se desvió por la fuerza e impacto, y dio con un pobre anciano que se desvaneció al instante y ,en su inconsciencia, a punto de morir, mientras me agachaba yo para socorrerlo, sus labios musitaron una última palabra: "Dánae".
¿Quién era aquel anciano? ¿Por qué pronunciaba el nombre de mi madre? ¡Oh desgraciado de mí, que desconozco siempre la voluntad de los dioses y me llevan por caminos tan dolorosos! ¿Qué sucedía ahora?

Revelada la identidad de aquel anciano, mi abuelo Acrísio, fatalmente muerto, decidi ser rey, pero no de Argos, no queria ser rey de una herencia que me habia dado un abuelo de cuya muerte fuí responsable, sino de Tirinto y Micenas, tras hacer un cambio de reinos con el rey Megapentes, y allí reiné hasta el fin de mis dias.

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