lunes, 1 de febrero de 2010

Medusa


Hace ya mucho tiempo, yo era una joven hermosa, tenía dos hermanas llamadas Esteno y Euríale, y los hombres se peleaban por poseerme ya que era muy bella.
Era sacerdotisa en el templo de Atenea, pero un mal día, en el templo, Poseidón, el señor de los mares, se aprovechó de mi debilidad, me poseyó, y Atenea, furiosa, ¡infeliz de mí! me transformó en un ser de mirada de terrible, tanto, que transformaba en piedra a aquel que me miraba, y además mi pelo se transformó en unas horribles serpientes.

Fueron muchas las personas que petrifiqué con la mirada, uno tras uno, accidentalmente o a propósito, hasta que un día, mientras dormía, noté como cortaban mi cuello.
Yo estaba dormida y no pude hacer nada para evitarlo. Era Perseo, que había utilizado el escudo de Atenea para verme reflejada y evitar mi mirada, las sandalias de Hermes para acercarse rápidamente y huír luego, y el casco de la invisibilidad de Hades, para que no le encontraran mis hermanas, que se habían despertado con el fuerte y seco ruido de la hoz cortando mi cuello.

¿Qué hice yo para merecer este castigo?
¿Acaso este Perseo tenía algo contra mí?
¿Acaso tengo la culpa de resultar horrenda y matar a todos los hombres con mi mirada?!

Una vez en el Hades, me enteré de todo:
De mi cabeza, al ser cortada, salieron mis dos hijos, hijos de Poseidón, uno de ellos el caballo alado, Pegaso, totalmente blanco, y cuando volaba movía las patas como si estuviese andando por el aire, y el otro, Crisaor, un gigante que consigió ser un gran héroe ya que portó la espada dorada, padre de Gerión, al unirse con la oceánide Calírroe.
De mi cabeza solo sé que Perseo la utilizó para matar a algunos hombres, y que luego Atenea, la puso en su escudo.