domingo, 31 de enero de 2010

Andrómeda




No me podía creer que por la vanidad de mi madre yo estuviese atada a una roca, esperando con terror a que el dragón me comiera.

De lejos vi aparecer a un muchacho, que poco a poco iba acercándose a mi; era Perseo.
Pensé que también moriría a manos del dragón. Me miró y me preguntó que por qué estaba atada en el acantilado, le conté la historia. De repente el mar empezó a agitarse, ¡era el dragón!. Tenía mucho miedo, empecé a chillar aterrorizada. Perseo se dirigió a mis padres y les pidió que él sería su yerno a cambio de mi libertad.
Perseo empezó a luchar contra el dragón hasta que por fín le clavó la hoz con el filo de diamante en el cuello de la bestia, la mató.

Mi historia con Perseo fue hermosa, era más que un amor a primera vista, lo amaba.
Cuando estábamos celebrando el banquete de nuestra boda se empezaron a oir gritos desde fuera; era Fineo, mi tío y además mi antiguo prometido. Estaba furioso porque me había casado con Perseo y no con él. Mi padre, Cefeo, se enfureció y le dijo que el único que había robado a su prometida había sido el oráculo de Amón y el dragón, que Perseo no tenía nada que ver.
Fineo llevaba en su mano una lanza para atraversársela a Perseo, pero éste fue más rápido y sacó la cabeza de la Medusa, así Fineo quedó petrificado.
Días más tarde partimos hacia Sérifos donde mi amado tenía que liberar a su madre, Dánae, de Polidectes.
Cuando Perseo entró en el palacio de Polidectes, le dijó que en el zurrón llevaba la cabeza de la Medusa. El malvado rey no se lo creía; entonces, Perseo la sacó y se la mostró y se quedó también petrificado.
Ahora que mi suegra era libre, partimos los tres hacia Argos.
Cuando Acrisio, el padre de Dánae, se enteró de que habíamos llegado a la ciudad, temió que se fuera a cumplir la profecía.
Perseo, mi amado, participaba en unos juegos que rendían honor al padre del rey. Se preparaba para lanzar el disco, lo lanzó y se fue desviando e impactó en su abuelo. Fue corriendo y las últimas palabras del anciano fueron: " La profecía se ha cumplido".
Pérseo fue rey de Tirinto y Micenas, donde gobernó hasta el fin de sus días.
Zeus, padre de mi amor, finalmente nos compensó por todo lo sufrido colocándonos en el firmamento, donde las estrellas, en forma de constelación, allí, los dos juntos para siempre.

sábado, 30 de enero de 2010

Las Grayas y Perseo



Hola, es muy dura la vida de una graya , tanto que te pondrá los pelos de punta.
Yo nací vieja y fea como mis dos hermanas; las tres seguimos vírgenes debido a nuestro horripilante aspecto que tenemos: solo tenemos un ojo y un diente para las tres y nos encargamos de cuidarlos y consevarlos pues son los únicos utensilios que nos permiten observar y masticar.

Vivimos en el Occidente extremo, conocido como ''el país de la noche'', un lugar donde nunca luce el sol.


Un día Perseo nos hizo una desagradable visita, mientras dormíamos. Se coló en nuestra cueva y, mientras una hacia guardia con el ojo y el diente en sus manos y las otras dormíamos, se nos acercó a las dormidas y nos dio un sobresalto al susurrarnos: ''¿Decidme amables grayas donde están las ninfas del norte?''

La Graya despierta, al acecho, le pasó inmediatamente el ojo a mi otra hermana, que insistía e insistía para ver lo que ourría, ¡a mí no me lo dejaba por más que se lo pedí! y en ese momento el hábil Perseo se hizo con él y nos amenazó con tirarlo al mar, si no le decíamos dónde estaban las ninfas del norte. ¡Qué apuro, pues sin ese ojo nos quedaríamos ciegas para siempre!

Desesperadas, le dijimos lo que deseaba saber y tiró el ojo a nuestros pies para divertirse viendo las manos en la suciedad del suelo para recuperarlo. ¡Desagradecido! ¡Si no fuera porque es hijo de Zeus!

miércoles, 27 de enero de 2010

DICTIS


DICTIS

¡Quién iba a pensar que yo, un simple pescador, me convertiría en el rey de Sérifos! Todo cambió cuando encontré en la orilla del mar aquella gran caja en la que iba el pequeño Perseo y su madre. Gracias a ellos yo conseguiría el trono de mi hermano, yo, que era un simple pescador. Ese día me cambió la vida totalmente.
¡Quién iba a pensar que Perseo se convertiría en un gran rey y que iba a asesinar a la gorgona y matar a su abuelo después de tantos años sin verle!, ¡ni siquiera queria matar al pobre viejo!.Cambió su trono por el de otro rey porque segun él no queria vivir en el trono de un rey que él habia matado . Él era un mimado de los dioses, ya que todos le ayudaron para matar a la gorgona.
¡El presuntuoso de mi hermano, que se creia que Perseo no sería capaz de matar a la gorgona¡, después se quedó pretificado al mirar los ojos de aquella cabeza horripilante que le presentó Perseo, botín de su arriesgada empresa.
Por encima de todo, mi hermano queria poseer a Dánae y Perseo no lo iba a permitir; por eso, en la fiesta en honor al rey, cuando todos los invitados le ofrecieron regalos, él, borracho, le juró que le traería la mismísima cabeza de la gorgona. ¡No sabía bien la insensatez que había cometido! ¡Ay, si no fuera por los dioses!

Perseo

Yo Perseo, fuí traicionado junto a mi madre Dánae por mi abuelo Acrisio, rey de Argos, por culpa de una profecia del oráculo de Delfos.

Fuí arrojado al mar en una caja de madera junto a mi madre, estuvimos en alta mar hasta que por fin encayamos en las costas de Sérifos, en la que unos amables pescadores nos rescataron, nos ayudaron y nos alimentaron. Fueron pasando los años y yo crecía en fuerza y en valentia, al igual que mi madre lo hacía en belleza, pero eso me trajo problemas, ya que el mayor de los admiradores de mi madre era el rey Polidectes.
En el banquete de honor de la boda entre Polidectes y Hipodamia, todos los presentes debían hacer un regalo a los recién casados y como yo y mi madre no teniamos ningún objeto de valor ni dinero para comprarlos, yo que iba un poco indispuesto por el vino de aquella noche, como no tenia regalo, le dije que le traeria cualquier cosa del mundo aunque fuera la cabeza de la Gorgona, así que el Rey Polidectes dio su aprobación y yo que no queria ver a ese rey con mi bella madre me puse en camino para buscar a la Gorgona.

Los dioses me dieron diferentes armas y objetos para defenderme de la Gorgona llamada Medusa: Atenea me dió su escudo para no quedar petrificado al mirar a Medusa y Hermes me dió una hoz para arrancar la cabeza de un tajo rapido y eficaz.

Después me dijeron que debia buscar a las Grayas, seres que habían nacido viejas y que para las tres solo tenian un ojo y un diente. Cuando las encontré, una vigilaba mientras las demás dormían, así que me escondí detrás de una piedra y le hablé a la que estaba vigilando, pudiendo distraerla y despertar a las demás. Cuando quiseron verme y se pasaron el ojo, se lo robé, en una maniobra rápida. Con aquel extraño ojo en mis manos, las amenazé para que me dijeran dónde se encontraban las Ninfas del Norte, de lo contrario tiraria su ojo al mar, así que rápidamente me lo dijeron y me puse en camino hacia mi destino.

Cuando llegué a la región donde se encontraba Medusa, no me resultó difícil encontrar el camino de su guarida, ya que se encontraba lleno de animales y hombres petrificados. Entré en la cueva y con un tajo rápido de mi hoz le corté la cabeza y la metí dentro del zurrón mágico que llevaba. Al instante, cuando sus hermanas se percataron e intentaron reaccionar, yo me puse el casco de Hades y me fuí de allí.

Divisando desde el cielo que surcaba con las zapatillas voladoras de Hermes la tierra firme, distinguí una bella joven que, atada a un peñasco, desconsoladamente lloraba. Era Andrómeda. Me contó su desgarradora historia. Cuando me di cuenta, un monstruo marino salió del agua, luché contra él y lo vencí. Después, al ver que Andrómeda era tan bella, le pedí a sus padres que me dejaran casarme con su hija. Superados unos pequeños problemillas con el antiguo pretendiente de Andrómeda, Fineo, ante quien tuve que sacar la cabeza de la Medusa, me dispuse a regresar a Sérifos, y poner fin a la misión.

Llegué a la isla con la cabeza de la Gorgona en el zurron mágico y mi flamante esposa Andrómeda. Descubrí que los dos pescadores que me acogieron habían sido encarcelados y que mi madre se habia refugiado en el templo de Atenea. ¡Gracias, diosa, por tu ayuda!
En presencia de Polidectes, quien el muy arrogante no creía que hubiera sido capaz de traer la cabeza de Medusa, la mostré ante todos, con toda la fuerza y el orgullo que me salió de dentro en ese momento, y quedaron todos petrificados menos unos cuantos afortunados.

Sanos y salvos, felices y contentos, de regreso a Argos, decidimos ser acogidos como huéspedes en Tesalia, coincidiendo con las celebraciones fúnebres que allí se celebraban en honor del fallecimiento del padre del rey. Al ser invitado para participar en la prueba del lanzamiento de disco, me preparé para ello con todas mis fuerzas y batir una nueva marca, pero cual fué mi desgracia que mi lanzamiento se desvió por la fuerza e impacto, y dio con un pobre anciano que se desvaneció al instante y ,en su inconsciencia, a punto de morir, mientras me agachaba yo para socorrerlo, sus labios musitaron una última palabra: "Dánae".
¿Quién era aquel anciano? ¿Por qué pronunciaba el nombre de mi madre? ¡Oh desgraciado de mí, que desconozco siempre la voluntad de los dioses y me llevan por caminos tan dolorosos! ¿Qué sucedía ahora?

Revelada la identidad de aquel anciano, mi abuelo Acrísio, fatalmente muerto, decidi ser rey, pero no de Argos, no queria ser rey de una herencia que me habia dado un abuelo de cuya muerte fuí responsable, sino de Tirinto y Micenas, tras hacer un cambio de reinos con el rey Megapentes, y allí reiné hasta el fin de mis dias.